Los tres mosqueteros de la salud: alimentos funcionales, nutracéuticos y fármacos

 


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Autora: Ariel Cantoral Sánchez

Desde las primeras civilizaciones, los humanos buscaban obtener beneficios a partir de los productos que consumían, de los cuales identificaban aquellos que conferían ciertas características para mejorar la salud y tratar enfermedades. Por ejemplo, los aztecas aplicaban la hierba Huacalxochitl en las amígdalas inflamadas (Pijoan, 2003, p. 130).

Hoy en día con el avance de la ciencia y la tecnología, en el mercado global existe una variedad de opciones y tratamientos, sin embargo, dicha abundancia puede generar confusión en la percepción que se tiene sobre estos productos y el papel que juega cada uno en nuestro organismo. Este tipo de desconocimiento puede conllevar, por ejemplo, a que una persona deje de utilizar un fármaco recetado, para suplirlo por otro producto “más natural” creyendo, erróneamente, que tendrán el mismo efecto. Por ello, es de vital importancia entender la clasificación de estos productos y comprender más a fondo, el impacto que pueden generar si se utilizan inadecuadamente. A continuación se presentan las características, similitudes y diferencias entre los alimentos funcionales, los nutracéuticos y los fármacos.

 

Alimentos funcionales

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En los años 80, el  término de  alimento  funcional  nació  en  Japón cuando se introdujo el concepto de alimentos que mejoran la salud y reducen el riesgo de contraer enfermedades. A pesar de que existen varias definiciones, por lo regular, se considera de esta forma a aquellos que, además de su valor nutritivo, contienen componentes que aportan algún efecto añadido que beneficia a la salud (Beltrán de Heredia, 2016, p. 12), sin embargo, es importante resaltar que estos alimentos pueden reducir el riesgo de contraer ciertas enfermedades, mas no las curan.

            Algunas de las características más importantes de esta clase de productos es que su  consumo no  genera efectos  nocivos y deben  poder  demostrarse los beneficios que brindan, dentro  de  las  cantidades consumidas habitualmente en una dieta balanceada, por lo que se ven como alimentos de consumo cotidiano. Algunos ejemplos pueden ser  productos procesados como leches  infantiles  enriquecidas, cereales  reforzados  con  fibra  y  minerales,  margarinas  con  fitoesteroles, o aquellos tradicionales como el aceite de oliva, la soja, el yogur, los frutos secos, los cereales integrales, el pescado, entre otros (Beltrán de Heredia, 2016, p. 12).

 

Nutracéuticos

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A pesar de que no existe una definición única o exacta, los nutracéuticos son un grupo de productos que, para fines prácticos, pueden entenderse como algo más que alimentos pero menos que fármacos (Télessy, 2019, p. 409). Su presentación comercial va desde jarabes o extractos, preparados en comprimidos o cápsulas que pueden tener la apariencia de un medicamento, pero no lo son (Beltrán de Heredia, 2016, p. 14). Provienen de alimentos, organismos, o síntesis artificial y el objetivo es hacerlos más eficientes al concentrar el principio bioactivo para tener un mayor efecto en menor tiempo, en comparación al consumo de la fuente natural. Uno de los más conocidos es la coenzima Q10, la cual ha sido usada para retardar la progresión de enfermedades dependientes de la edad y para disminuir la mortalidad causada por las mismas (López-Lluch y Navas, 2020, p. 186). También se ha reportado la utilización de nutracéuticos como un refuerzo en las farmacoterapias utilizadas, por ejemplo, para tratar el trastorno bipolar (Terrats Ruiz, 2017, p. 70); es por ello que pueden ser aliados en los tratamientos de enfermedades, pero no un reemplazo. Los nutracéuticos se pueden considerar un tipo de suplemento alimenticio pero se caracterizan porque para realizar la formulación del producto se identifica la condición patológica objetivo, de una manera similar a lo que sucede con los medicamentos, es decir, está más pensado o enfocado en coadyuvar el tratamiento o prevención de una patología específica, mientras que los suplementos alimenticios en general, buscan mejorar las condiciones de salud basados en los nutrientes que el cuerpo necesita pero que muchas veces no se obtienen en el plan alimenticio normal de las personas (Santini y Novellino, 2017, p. 74). Es relevante entender que el uso inadecuado de esta clase de productos puede ser contraindicado o incluso inhibir la acción de algunos fármacos recetados, por ello se recomienda consultar con su médico antes de decidir consumir alguno.

 

Fármacos

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A cualquier sustancia que no sea alimento, y que se use para prevenir, diagnosticar, tratar o aliviar los síntomas de una enfermedad o afección se le conoce como fármaco (Instituto Nacional del Cáncer, 2021), el cual es el resultado de una investigación metodológica y, generalmente, un producto de síntesis que actúa a corto plazo y para curar alguna afección (Innofood, 2019). Se requieren muchos años de pruebas de laboratorio y ensayos clínicos para validar la eficacia de un fármaco (JBK Wellness Labs, 2020), es por ello que a diferencia de otro tipo de productos, la estricta regulación en su producción, prescripción, venta y consumo, le brindan un respaldo científico que comprueba y asegura la funcionalidad del mismo.

 

La frontera entre la nutrición y la farmacéutica

Los alimentos funcionales y los nutracéuticos podrían desempeñar un papel importante en la salud humana al reducir los factores de riesgo de desarrollar enfermedades crónicas. Se ha reportado que bajo supervisión médica, los productos funcionales pueden ser usados como complemento en personas con una terapia de medicamentos establecida, sobre todo en casos en que los fármacos recetados no son suficientes para alcanzar los objetivos (Domínguez Díaz, Fernández-Ruiz y Cámara, 2019, p. 6). El trabajo conjunto que existe entre los alimentos funcionales, los nutracéuticos y los fármacos se puede observar en la siguiente tabla con el ejemplo del tratamiento para la enfermedad cardiovascular (Cicero, Fogacci y Banach, 2019, p. 192) (Domínguez Díaz, Fernández-Ruiz y Cámara, 2019, p. 6).

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Para concluir, es importante establecer que aunque estos términos ya se utilizan comúnmente entre la comunidad científica mexicana, hoy en día, aún no hay leyes que regulen específicamente la clasificación especial de alimento funcional y nutracéutico, por lo que para fines prácticos, estos productos se pueden registrar como alimentos y suplementos alimenticios, respectivamente, de acuerdo a la Comisión Federal para la Protección contra Riesgos Sanitarios (COFEPRIS, 2014).

Referencias